Por Roberto Shlesinger
El entomólogo William Morton Wheeler dedicó gran parte de su vida al estudio de los insectos, en particular de las hormigas, llegando a la conclusión de que la actitud social y de organización de sus colonias eran análogas a la civilización humana. En 1926 propuso que, si bien la colonia estaba compuesta por miles de insectos, estos lograban organizarse como un solo organismo, como un solo animal y que no solo lograban ver resultados del trabajo en grupo sino también de capacidades creativas e innovadoras. A este tipo de organización lo llamó superorganismo.
Años más tarde el filósofo francés Pierre Levy hacía mención de estos superorganismos con el término Inteligencia Colectiva, a la que definió como “la capacidad de los colectivos humanos para participar en la cooperación intelectual con el fin de crear, innovar e inventar” y que introdujo en 1994 en su libro homónimo.
Las observaciones de Lévy de las colonias de hormigas ayudan a ilustrar el poder de la toma de decisiones y la cooperación descentralizadas. En este sentido, la inteligencia colectiva surge de las interacciones de los individuos en un sistema en red en lugar de depender únicamente de la autoridad central. El escritor y futurista Howard Bloom lleva esta cuestión mucho más atrás en la historia: rastrea la evolución de la inteligencia colectiva desde los días de nuestros ancestros bacterianos, hace 3.6 mil millones de años, demostrando cómo una inteligencia de multi-especies ha funcionado desde el comienzo de la vida.
Es en este sentido, entonces, que Brian Robertson – quien ha escrito sobre la auto-gobernabilidad también llamada Holocracia- se pregunta: ¿Cómo podemos reformular una empresa en un organismo evolutivo, uno que pueda sentir, adaptarse, aprender e integrarse?
Es entonces que la pregunta surge:
¿Hasta qué punto las actuales directivas de las empresas están aprovechando la Inteligencia Colectiva? ¿Qué ambiente debe imperar en una empresa para dejar que aflore?
Según Daniel Pink la autonomía del individuo en el trabajo debe imperar para permitir no solamente su motivación sino, también, fomentar su creatividad para aportar mejores soluciones a los problemas. Y si la empresa ya se enfoca hacia la autonomía individual, entonces debemos preguntarnos cómo se aborda la autonomía grupal, cuestión necesaria para el desarrollo de la IC. Pareciera que no es compatible ofrecer un discurso de autonomía personal y limitar la autonomía de todo un equipo de trabajo o de toda la empresa.
El psicólogo y consultor Alejandro Frenkiel en el podcast La Gran Renuncia menciona cómo las empresas pueden crear, por ejemplo, una “wikipedia” interna producto de la colaboración con apoyo de las herramientas tecnológicas; y es sabido la importancia de la documentación compartida para fortalecer la toma de decisiones y, por ende, la autonomía que se necesita si se busca aprovechar la inteligencia colectiva en los equipos de trabajo.